Estuvo mi rostro
tras los fragmentos.
El cuerpo descansa
en la bóveda fría
de tus labios.
Carnosidades me alimentan
y la veredas me impulsan
hacia el hemisferio más crudo de tu imperio.
Hoy los chupamirtos
bailan
en las sombras
y los abejorros se
embriagan en la arena.
Las sedas te rodean
y estimulan tu nostalgia.
Aprisionada mi visión
se sume en tu
presagio y las llamas del
olvido incendian las
miradas.
Veme, veme bien
he levantado rocas
he incendiado paraísos
y mis palabras se han
transformado en agua.
Veme, veme bien que, hoy
sobre la cuerda,
mis brazos se han abierto
al infinito.
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