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lunes, 30 de marzo de 2009

La pesadilla del amor,
de aquella extraña noche,
fue la pertenencia.
Que imprudencia fue pensar
que un sólo sueño nos
traería primaveras perdidas.
La fantasía del amor
fue el levantarse tarde
y beber toda la noche
un seco y melancólico vino escarlata.
El orgullo del amor fue
alejar a los lisonjeros que,
sin poder contener el odio,
dormían bajo su ventana.
Lo más hermoso del amor
fue su talante
parado detrás del ayer
que cada día se miraba más
agonizante.
Hay amor quién eres
que acaso no te resistes
a rondar por las sombrías veredas,
y en un vaivén te enredas e
iluminas soledades.
Siempre se ocurre guardar
algo de ti, aunque se oculte
en la cartera.
No hay nada tan fugaz
como esperar abrirte un
día y nadar por la sangre con
la que el corazón se inunda
cuando te espera.

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