Dormida,
eres como la bóveda extensa
de una pasión enfurecida.
El suspiro liviano, que
viaja sin descanso
haciendo remolinos entre
las nubes azules de la noche.
Y no noto tu ausencia por que
tus labios son como rompeolas
de una marea creciente
que se levanta incandescente.
Dormida,
regresas al horizonte;
tendida está la luz del sol
que enciende las velas
de mi suerte.
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